Un acuerdo internacional impone costos a la industria naviera para reducir emisiones, marcando un precedente en la regulación global del comercio marítimo.
Mexconomy - En medio de la transformación de la economía global, un buque insignia emerge en el mar internacional. Su proa representa más que el movimiento de mercancías: es el símbolo de una industria responsable de cerca del 3 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, al nivel de la aviación. Ahora, por primera vez, esta actividad enfrenta un precio por su impacto climático.
Bajo los auspicios de la Organización Marítima Internacional (OMI), una agencia de la ONU, los países alcanzaron en Londres un acuerdo para imponer un costo a los barcos que no reduzcan sus emisiones. La medida, prevista para 2028, establece un sistema de tarifas que penaliza el uso de combustibles tradicionales, con tasas de hasta 380 dólares por tonelada métrica de CO₂. Los ingresos financiarán la transición hacia combustibles más limpios y asistirán a los países más vulnerables al cambio climático.
El consenso se logró a pesar de la retirada de Estados Unidos de las negociaciones. La votación final reflejó la división global: mientras China y la Unión Europea respaldaron el acuerdo, Arabia Saudita y Rusia se opusieron.
Aún así, el impacto económico de la medida es significativo. Con más del 80 % del comercio mundial transportado por mar, las nuevas regulaciones afectan tanto a exportadores como a consumidores. Países con flotas marítimas envejecidas alegan que la norma los penaliza desproporcionadamente, mientras que potencias exportadoras como China y productores de hidrocarburos como Arabia Saudita buscan minimizar los costos adicionales.
El acuerdo, aunque histórico, es menos ambicioso que el propuesto por naciones insulares, que abogaban por un impuesto universal. En su lugar, se adoptó un enfoque gradualista, con objetivos de intensidad de carbono que se endurecerán con el tiempo. Sin embargo, persisten dudas sobre su efectividad. La industria podría recurrir a biocombustibles, cuya producción plantea desafíos ambientales como la deforestación. También se exploran opciones como el hidrógeno, aunque su viabilidad comercial aún es incierta.
Arsenio Domínguez, secretario general de la OMI, ha señalado: “Sólo es el inicio de un largo camino”. Mientras la economía mundial avanza hacia la descarbonización, el transporte marítimo enfrenta su mayor desafío: adaptarse o pagar el precio.
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